Con la colaboración de Wolfgang Amadeus Mozart
Hoy: Obra
religiosa “Dixit et Magnificat”, K193.
En su libro “Why Lasker Matters” (“¿Por qué Lasker es importante?”), Andrew
Soltis pone ya un ejemplo muy temprano del juego de Lasker en aquel 6º Congreso del Ajedrez Alemán,
celebrado en Julio de 1889, en Breslau, para comparar el estilo de
Emanuel con dos de sus grandes predecesores, Wilhelm Steinitz y el Dr. Siegbert
Tarrasch, que expandió más aún los pensamientos creadores del 1º campeón del
mundo.
Se trata de la partida “Lasker-Lipke”, disputada el 24 de Julio
y que también fue comentada en los libros sobre Lasker de “Fred Reinfeld y
Reuben Fine”, de “Varnusz” y el de la famosa “Editorial Sopena” de Argentina.
El cotejo transcurrió por los
cauces de una Apertura Vienesa, con el joven Lasker (20 años) realizando buenas
maniobras posicionales.
Señala Soltis, que muchos años
más tarde, el 7º campeón del mundo, Vasily Smyslov, se había inspirado en
Lasker para también manejar con buena soltura esta apertura, que fue instaurada
en la práctica magistral en los años 1870s por Louis Paulsen.
Las negras se defendieron bien y
una vez desarrolladas todas las piezas surge un “instructivo” ejemplo, en donde
en su momento Steinitz, si hubiera tenido delante aquella posición,
considerando la fuerza de la pareja de alfiles blancos y la ventaja de espacio
adquirida, hubiera procedido con una marcha de peones blancos por el flanco de
rey en aras de concretar la partida a su favor; cosa que ya aquí Emanuel Lasker
“refina”, porque el avance inmediato todavía no era posible ya que fue él, ¡el
primero!, en perseguir “objetivos
concretos” y en la partida dispone de un método certero para preparar
adecuadamente entonces la avalancha de dichos peones.
Lo que ocurre en la partida es
que Lipke se defiende muy bien y por ello Lasker en su objetivo de atacar a
toda ultranza por el flanco de rey, se ve obligado primero a sacrificar dos
peones en el flanco de dama (!?), en lo que según el historiador ruso, Isaac
Linder, que también escribió sobre Lasker otro magnífico libro, esta actitud de
entrega de material a cambio de actividad para fomentar el ataque, es uno de
los primeros ejemplos metódicos conocidos en donde esto ocurre…
Lo cierto es que tras varios
cambios forzados se llegó a un final de alfil contra caballo en donde las
blancas (mejor colocadas) tenían 4 peones por 5 de las negras.
De nuevo Soltis destaca aquí el
famoso principio de Tarrasch que decía que “una
buena partida se decide siempre en el medio juego”, para contradecirlo en
cierto punto, porque tras buena defensa, lo cierto es que en este cotejo “Lasker-Lipke” había ya que contar con
la existencia del “final de juego”, como el momento real decisivo.
Y así fue. En la época de Lasker,
el “final de partida” comienza a
tener un significado práctico ¡importantísimo!.
Y en este ejemplo, Lasker, al
tener sus peones mucho más activos que los de su rival, el final lo termina
ganando en brillante estilo; incluso ahora, es Komodo 9.42 (uno de los mejores
módulos informáticos de la actualidad junto a la última versión de Stockfish)
el que nos enseña que en caso de haberlo mejorado Lipke, como propuso Soltis,
también el final se termina perdiendo (!?).
Nos gusta como nos cuentan la
importancia que tuvo Lasker en el desarrollo del ajedrez, como también la tuvo
Mozart en el desarrollo de la música clásica; casi por “inspiración divina”,
como la obra religiosa que sigue, que queridos lectores, les invito
seguidamente a escuchar.
Wolfgang
Amadeus Mozart:
"Inspiración divina"
Obra
religiosa “Dixit et Magnificat”, K193/186g.
1)
Dixit Dominus
Domino meo
Salmos 109/110 = 4’ 49”
2)
Magnificat anima
mea Lucas 1, 46-55 = 5’ 58”
Compuesto en Salzburgo en Julio de 1774 (Mozart con 18
años).
En muchas obras religiosas mozartianas,
el compositor se plegaba a los requerimientos de Hieronymus Graf Colloredo.
Muestra de ello es el “Dixit et
Magnificat”, K193, breve y de carácter relativamente virtuosista, tal y como
deseaba el arzobispo de Salzburgo, poco favorable a grandes desarrollos y al
contrapunto.
Esta obra se destinó a servir de preludio
y conclusión a unas “Vísperas”, de ahí su brillantez, otro de los preceptos que
imponía Colloredo.
En el “Dixit et Magnificat”, K193, llama
poderosamente la atención la suntuosa orquestación, con dos trompetas, tres
trombones, timbales, cuerdas y órgano, a los que se añaden los solistas vocales
y el coro.
(Si desea escuchar la obra religiosa que sigue, haga “click” encima del
enlace):
(Continuará)
Angel Jiménez Arteaga
aarteaga61@gmail.com
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