Con la colaboración de Wolfgang Amadeus Mozart
Hoy: La Pequeña serenata nocturna, K525.
Seguimos comentando el Torneo de
Estocolmo de 1912, la primera victoria internacional del entonces joven de sólo
19 años, Alexander Alekhine.
En la 5ª ronda, disputada el 29
de Junio, Alekhine, con negras, venció a Langborg en un Giuoco Piano, tras
resignarse las blancas a luchar por el centro.
En la 6ª rueda, nuestro ídolo
descansó (pese a la presencia de sólo 11 ajedrecistas, también había una
jornada de descanso adicional para cada jugador, costumbre ésta que debería ser
restaurada en los torneos actuales, siempre y cuando estemos hablando de organizadores serios, claro está) y en
la siguiente, en la 7ª, celebrada el 2 de Julio, Alekhine vence con blancas a
Olland, trabajando muy bien la peor estructura de peones de las negras, que se
habían quedado con uno de ellos “doblado”.
La 8ª jornada fue la de la
“tumultuosa” partida entre Spielmann-Alekhine,
que sería seleccionada por Alekhine para formar parte de sus “partidas
selectas” y que también fue luego escogida por Kotov para su segundo Tomo de
“La Herencia”, titulado “Leyes del juego
de posición” que sí que se llegó a publicar en castellano, dentro a su vez,
de cuatro libros.
La partida aparece en el libro nº
III y dentro del Capítulo VI titulado “Las
posiciones sencillas”, subsección “Situaciones
combinadas”, es decir, aquellas situaciones que aunque ya se den sin damas,
el rey todavía debe tener cuidado y esperar primero en una esquina a que la
posición sobre el tablero se aclare completamente, como si de una “borrasca” se
tratase.
La partida discurrió con una
Apertura del Alfil de Rey, donde Spielmann busca “ruido” desde un principio,
entregando un peón a cambio de ataque. Alekhine, con buen criterio, lo rechaza
porque tomarlo, le supondría pérdidas de tiempo y con ello un retardo en su
desarrollo.
Más adelante, de nuevo Spielmann,
fiel a su estilo vuelve a plantear otro gambito a cualquier precio y otra vez
Alekhine lo refusa.
El material se equilibra y de
este modo Alekhine logra parar el despliegue rápido y eficaz de las piezas
blancas.
Spielmann, por propio carácter,
todo un bullicioso ajedrecista, debilita el flanco de dama primero al objeto de
ejercer después una fuerte presión en el centro, que aunque lleva al cambio de
damas, como muy bien nos está comentando Kotov, para nada significa que la “tempestad”
abandone el tablero.
Creemos que se trata de un perfecto curso de estrategia de alto nivel,
esta “Herencia Ajedrecística de Alekhine” contada por Alexander Kotov, con la
pena de que no haya sido publicada en su totalidad al castellano, en un acto
“veleidoso” de los editores y sobre todo cuando vemos muchos otros libros
aparecidos en el mercado que son para cogerlos, ojearlos cinco minutos para
proceder posteriormente a “regalarlos” (y somos benévolos) por lo ¡inútiles que
nos resultan!.
Lo cierto es que tras el cambio
de damas, Alekhine se queda con una posición expuesta para su rey y debe andar
entonces con muchísimo cuidado, cosa que por otro lado, hace a la perfección
(!?).
Anula primero que nada, la
posibilidad de que entre en juego con efectos letales el segundo alfil blanco y
luego el genio ruso ejecuta una bonita sutileza que elimina certeramente a las
blancas la apertura de la columna “f” para el ataque.
Spielmann, entonces, fiel a su
estilo, no se contiene y busca casillas fuertes para sus piezas por el flanco
de rey, pero eso sí, a cambio de debilitarlo (?!).
Alekhine, como siempre muy
atento, divisa entonces la idea de pasar al contraataque, cosa que hace,
dejando claramente evidente la inferioridad de la posición de las blancas,
debilitada por el avance de sus peones en ambos flancos.
Por fin, nuestro ídolo del
ajedrez, busca un “hueco” para (hasta entonces) su desagradable rey, eliminando
de paso una molesta clavada del alfil enemigo.
Todavía Spielmann, con arrestos
(!?), pese a que se ve con dos peones atacados simultáneamente, se las ingenia
para intentar una combinación de sacrificio en aras de recuperar la iniciativa
a toda costa.
Alekhine, entonces, a diferencia
de la mayoría de todos nosotros, los grandes aficionados, juega “preciso” y no se deja impresionar por el “efecto
visual” que flota sobre el tablero del posible ataque de Spielmann.
En la ¡perfección está el éxito!,
queridos lectores y, por eso, las blancas terminaron abandonando esta ajetreada
y difícil partida.
(Para ver la imagen ampliada, pulsar sobre ella):
Alekhine "tocando" con los mejores
La ví, con calma, para contársela
luego aquí a todos ustedes, oyendo de fondo, “La Pequeña serenata nocturna” de Mozart.
Wolfgang Amadeus Mozart:
Serenata en sol mayor “Eine kleine
Nachtmusik” (“La Pequeña serenata nocturna”), K525
I.
Allegro = 5’ 45”
II.
Romance (Andante) = 6’ 06”
III.
Menuetto (Allegretto) = 2’ 03”
IV.
Rondo (Allegro) = 3’ 02”
Compuesta en Agosto de 1787 (Mozart con 31
años).
Es la obra más conocida de Mozart y no
conocemos, a pesar de su popularidad, las circunstancias que motivaron su
creación.
Sin embargo y atención, se puede definir
como el “mayor éxito de todos los tiempos”.
Por así decirlo es imposible entrar en un
hotel, un ascensor o una tienda de móviles que no la tenga como música de fondo
o como tono de llamada.
Estoy seguro de que saben a qué melodía
me refiero.
Se trata de un divertimento escrito para
dos violines, viola, violonchelo y contrabajo.
Lo que sí sabemos es que cuando compuso
esta obra, Mozart pasaba por un periodo sumamente productivo durante el cual
escribió dos óperas (Las bodas de Fígaro y Don Giovanni), viajó a Viena y a
Praga para dirigir y ensayar con orquestas y, además, tenía varios alumnos a
quienes daba clases.
Escribió a su padre exdplicándole que sus
jornadas empezaban a las seis de la mañana; a esa hora lo despertaba el
barbero, que lo ayudaba a vestirse y, por supuesto, a arreglarse el pelo o,
mejor dicho, “la peluca”.
Al parecer tenía un apretado programa,
que por las mañanas implicaba trabajar hasta las diez, a continuación dar
clases y por las tardes tocar con otros músicos en una explosión de
creatividad.
En realidad es un misterio por qué
precisamente “La Pequeña sereneta nocturna” ha conseguido ser tan popular.
Es la obra más vendida de Mozart, aunque
no necesariamente la mejor de todas.
El famoso biógrafo del genio,
Hildesheimer, reconoce que nos acribillan con “La Pequeña serenata nocturna”,
pero eso “no quita ni pizca de calidad a esta pieza escrita con mano ligera y
feliz”.
Aunque no sabemos con exactitud quién
encargó a Mozart “La Pequeña serenata nocturna”, seguramente le dieron unos
doscientos florines por ella.
En nuestros tiempos, ya le habría hecho
millonario gracias a las cifras de ventas y a la frecuencia con la que se
escucha en la radio.
Y es que, amigos lectores, se puede
llegar a ser “famoso” sólo con la fuerza del espíritu dejando de lado a la
frecuente “avaricia” que produce el dinero, aparte de los terribles “quebraderos
de cabeza” que supone tenerlo en demasía…
(Si desea escuchar la serenata que sigue haga “click” encima de ella):
(Continuará)
Angel Jiménez Arteaga
aarteaga61@gmail.com
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