sábado, 26 de marzo de 2016

La “Herencia Ajedrecística de Alekhine” tal y como yo la veo (XIV)


Con la colaboración de Wolfgang Amadeus Mozart
Hoy: La Pequeña serenata nocturna, K525.

Seguimos comentando el Torneo de Estocolmo de 1912, la primera victoria internacional del entonces joven de sólo 19 años, Alexander Alekhine.

En la 5ª ronda, disputada el 29 de Junio, Alekhine, con negras, venció a Langborg en un Giuoco Piano, tras resignarse las blancas a luchar por el centro.

En la 6ª rueda, nuestro ídolo descansó (pese a la presencia de sólo 11 ajedrecistas, también había una jornada de descanso adicional para cada jugador, costumbre ésta que debería ser restaurada en los torneos actuales, siempre y cuando estemos hablando de organizadores serios, claro está) y en la siguiente, en la 7ª, celebrada el 2 de Julio, Alekhine vence con blancas a Olland, trabajando muy bien la peor estructura de peones de las negras, que se habían quedado con uno de ellos “doblado”.

La 8ª jornada fue la de la “tumultuosa” partida entre Spielmann-Alekhine, que sería seleccionada por Alekhine para formar parte de sus “partidas selectas” y que también fue luego escogida por Kotov para su segundo Tomo de “La Herencia”, titulado “Leyes del juego de posición” que sí que se llegó a publicar en castellano, dentro a su vez, de cuatro libros.

Otro gran libro sobre Rudolph Spielmann


La partida aparece en el libro nº III y dentro del Capítulo VI titulado “Las posiciones sencillas”, subsección “Situaciones combinadas”, es decir, aquellas situaciones que aunque ya se den sin damas, el rey todavía debe tener cuidado y esperar primero en una esquina a que la posición sobre el tablero se aclare completamente, como si de una “borrasca” se tratase.

La partida discurrió con una Apertura del Alfil de Rey, donde Spielmann busca “ruido” desde un principio, entregando un peón a cambio de ataque. Alekhine, con buen criterio, lo rechaza porque tomarlo, le supondría pérdidas de tiempo y con ello un retardo en su desarrollo.

Más adelante, de nuevo Spielmann, fiel a su estilo vuelve a plantear otro gambito a cualquier precio y otra vez Alekhine lo refusa.

El material se equilibra y de este modo Alekhine logra parar el despliegue rápido y eficaz de las piezas blancas.

Spielmann, por propio carácter, todo un bullicioso ajedrecista, debilita el flanco de dama primero al objeto de ejercer después una fuerte presión en el centro, que aunque lleva al cambio de damas, como muy bien nos está comentando Kotov, para nada significa que la “tempestad” abandone el tablero.

Creemos que se trata de un perfecto curso de estrategia de alto nivel, esta “Herencia Ajedrecística de Alekhine” contada por Alexander Kotov, con la pena de que no haya sido publicada en su totalidad al castellano, en un acto “veleidoso” de los editores y sobre todo cuando vemos muchos otros libros aparecidos en el mercado que son para cogerlos, ojearlos cinco minutos para proceder posteriormente a “regalarlos” (y somos benévolos) por lo ¡inútiles que nos resultan!.

Kotov, de pie, observa los análisis de Petrosian, Keres, Averbaj y Geller 
en el gran Torneo de Candidatos de Zurich 1953, 
un auténtico "torneo de pretendientes" y no el de ahora...

Lo cierto es que tras el cambio de damas, Alekhine se queda con una posición expuesta para su rey y debe andar entonces con muchísimo cuidado, cosa que por otro lado, hace a la perfección (!?).

Anula primero que nada, la posibilidad de que entre en juego con efectos letales el segundo alfil blanco y luego el genio ruso ejecuta una bonita sutileza que elimina certeramente a las blancas la apertura de la columna “f” para el ataque.

Spielmann, entonces, fiel a su estilo, no se contiene y busca casillas fuertes para sus piezas por el flanco de rey, pero eso sí, a cambio de debilitarlo (?!).

Alekhine, como siempre muy atento, divisa entonces la idea de pasar al contraataque, cosa que hace, dejando claramente evidente la inferioridad de la posición de las blancas, debilitada por el avance de sus peones en ambos flancos.

Por fin, nuestro ídolo del ajedrez, busca un “hueco” para (hasta entonces) su desagradable rey, eliminando de paso una molesta clavada del alfil enemigo.

Todavía Spielmann, con arrestos (!?), pese a que se ve con dos peones atacados simultáneamente, se las ingenia para intentar una combinación de sacrificio en aras de recuperar la iniciativa a toda costa.

Alekhine, entonces, a diferencia de la mayoría de todos nosotros, los grandes aficionados, juega “preciso” y no se deja impresionar por el “efecto visual” que flota sobre el tablero del posible ataque de Spielmann.

En la ¡perfección está el éxito!, queridos lectores y, por eso, las blancas terminaron abandonando esta ajetreada y difícil partida.

(Para ver la imagen ampliada, pulsar sobre ella):

 Alekhine "tocando" con los mejores

La ví, con calma, para contársela luego aquí a todos ustedes, oyendo de fondo, “La Pequeña serenata nocturna” de Mozart.  


Wolfgang Amadeus Mozart:

Serenata en sol mayor “Eine kleine Nachtmusik” (“La Pequeña serenata nocturna”), K525

I.                    Allegro = 5’ 45”
II.                  Romance (Andante) = 6’ 06”
III.               Menuetto (Allegretto) = 2’ 03”
IV.                Rondo (Allegro) = 3’ 02”
       
        Compuesta en Agosto de 1787 (Mozart con 31 años).



Es la obra más conocida de Mozart y no conocemos, a pesar de su popularidad, las circunstancias que motivaron su creación.
Sin embargo y atención, se puede definir como el “mayor éxito de todos los tiempos”.
Por así decirlo es imposible entrar en un hotel, un ascensor o una tienda de móviles que no la tenga como música de fondo o como tono de llamada.
Estoy seguro de que saben a qué melodía me refiero.
Se trata de un divertimento escrito para dos violines, viola, violonchelo y contrabajo.
Lo que sí sabemos es que cuando compuso esta obra, Mozart pasaba por un periodo sumamente productivo durante el cual escribió dos óperas (Las bodas de Fígaro y Don Giovanni), viajó a Viena y a Praga para dirigir y ensayar con orquestas y, además, tenía varios alumnos a quienes daba clases.
Escribió a su padre exdplicándole que sus jornadas empezaban a las seis de la mañana; a esa hora lo despertaba el barbero, que lo ayudaba a vestirse y, por supuesto, a arreglarse el pelo o, mejor dicho, “la peluca”.
Al parecer tenía un apretado programa, que por las mañanas implicaba trabajar hasta las diez, a continuación dar clases y por las tardes tocar con otros músicos en una explosión de creatividad.
En realidad es un misterio por qué precisamente “La Pequeña sereneta nocturna” ha conseguido ser tan popular.
Es la obra más vendida de Mozart, aunque no necesariamente la mejor de todas.
El famoso biógrafo del genio, Hildesheimer, reconoce que nos acribillan con “La Pequeña serenata nocturna”, pero eso “no quita ni pizca de calidad a esta pieza escrita con mano ligera y feliz”.
Aunque no sabemos con exactitud quién encargó a Mozart “La Pequeña serenata nocturna”, seguramente le dieron unos doscientos florines por ella.
En nuestros tiempos, ya le habría hecho millonario gracias a las cifras de ventas y a la frecuencia con la que se escucha en la radio.
Y es que, amigos lectores, se puede llegar a ser “famoso” sólo con la fuerza del espíritu dejando de lado a la frecuente “avaricia” que produce el dinero, aparte de los terribles “quebraderos de cabeza” que supone tenerlo en demasía…

(Si desea escuchar la serenata que sigue haga “click” encima de ella):


(Continuará)

Angel Jiménez Arteaga
aarteaga61@gmail.com

No hay comentarios: