Con la colaboración de Wolfgang Amadeus Mozart
Hoy: Concierto para piano y orquesta nº 20, K466.
A principios de Marzo de 1912,
Alekhine, con 19 años, volvería a efectuar una sesión de Simultáneas y a
mediados de aquel mismo mes participaría en el 2º Torneo de Invierno de la Sociedad de Ajedrez de San Petersburgo,
competición ésta, mejor documentada que la primera, donde comenzarían 13
jugadores, entre ellos Arvid Kubbel, el hermano del famoso problemista Leonid
Ivanovich Kubbel, que se retiraría de la competición junto a dos ajedrecistas
más.
El torneo pues terminó siendo de
10 jugadores y Alekhine resultaría vencedor con medio punto de ventaja sobre
Levenfish (más conocido como Löwenfisch) y con un punto entero de distancia
sobre Rabinovich y Romanovsky.
Alekhine contra todos ellos (que
eran los más conocidos a nivel mundial) hizo tablas con Romanovsky y le ganó a
Rabinovich y a Löwenfisch y fue esta última partida la que escogió para publicarla
dentro de sus “obras selectas” y también luego sería seleccionada por Kotov
para “La Herencia” (Tomo I – en alemán y no en castellano), dentro de la
sección “Las Aperturas de Alekhine”,
subsección: “La alteración ilícita del
equilibrio”.
En efecto, tras una Defensa
Benoni Irregular, la partida “Alekhine-Löwenfisch”
pronto posibilitó el peligroso avance de los peones centrales a Alekhine,
destruyendo de este modo por completo la variante elegida por las negras.
Alekhine jugó entonces preciso como un reloj y Löwenfisch debió conformarse con
el cambio de damas, tras lo cual hubiera entonces terminado perdiendo un peón
sin compensación alguna.
Sin embargo optó por mantenerlas
sobre el tablero porque atacaba de paso a dos peones contrarios. Pero entonces
surgió una inesperada combinación de sacrificio del genio ruso. Löwenfisch, ilícitamente, rompió el equilibrio
material; como señala Kotov en su estudio
estratégico de “La Herencia” y capturó con su dama el peón de “b2” de las
blancas, atacando así la torre de “a1”, pero entonces surgió una vez más (y
fueron cientos a lo largo de su trayectoria deportiva) la genialidad atacante
de Alekhine, siempre “bullicioso” ante el tablero (sólo Misha Tal, muchos años
más tarde, le llegaría a su altura y por eso ambos están en mis “trilogías
sagradas”).
Aquella forma que tuvo Alekhine
de jugar para la “galería” siempre nos admiró a todos. Por el contrario, hoy
los ajedrecistas de club jugamos todo
el rato de modo posicional y de forma aburrida, intentando controlar casilla
por casilla y más bien esperando únicamente el error del contrario, sin “crear”
apenas nada…
Con Alekhine no ocurría eso y la
“estética visual” siempre imperaba en sus partidas.
Así, justo en aquel momento en
que su torre estaba amenaza, nuestro ídolo del ajedrez la dejó allí y respondió
con un maravilloso salto de caballo a “b5”, que a priori estaba atacado por el
peón negro de “a6”… aunque tras cálculo preciso no podía ser capturado (!?).
Löwenfisch, contrariado (como
todos nosotros, los hoy todavía “espectadores”) optó entonces por aceptar el
sacrificio previo y tomó primero la torre de “a1” seguido luego de la otra
torre de “h1” y con dos piezas mayores de menos, el genio ruso se despachó a
gusto y decapitó al rey enemigo.
Aquella partida fue “trágica”
(para Löwenfisch) pero “bella” al mismo tiempo para todos los amantes del
ajedrez; como “bello” fue aquel concierto para piano nº 20 de Mozart también “trágico”
al comienzo…
Wolfgang Amadeus Mozart:
Una de las grandes intérpretes de nuestra era
Concierto para piano y orquesta nº 20 en
re menor, K466.
I.
Allegro = 13’ 26”
II.
Romance = 9’ 12”
III.
Rondo (Allegro assai) = 7’ 11”
Compuesta
en 1785 en Viena (Mozart con 29 años).
La tonalidad de re menor tenía para
Mozart una significación especial; era una tonalidad casi trágica y de gran
intensidad dramática.
La fuerza expresiva de este concierto
despertó la admiración de Beethoven que también lo interpretó como pianista y
escribió cadenzas para él (las cadenzas son pequeñas improvisaciones que se
dejan al pianista). Una cadenza ha de seguir con el tema y brinda al músico la
oportunidad de demostrar su virtuosismo.
El movimiento central, una lírica y
aparentemente plácida romanza, evoluciona hacia un desgarrador patetismo.
Pero al final, como es habitual en muchas
de las obras de Mozart, se impone el triunfo, una conclusión que expresa
felicidad y esperanza.
Según Hildesheimer, el concierto para
piano K466 es música absoluta, lo que él define como una “música sin contenidos
extramusicales”, es decir, que la composición no intenta evocar una imagen
concreta.
Uno puede dejarse arrastrar por los
pasajes hermosos y quien se pierda tiene su bendición.
En 1785 Mozart se hallaba entonces en la
cumbre de su popularidad en Viena. Después de haberlo compuesto, también tocó
el concierto por primera vez ante el público.
Mozart era muy productivo y en aquellos
años componía un concierto para piano cada dos meses.
Este concierto es inquieto y emotivo,
sobre todo en los primeros compases y se considera como una de las obras más
populares de Mozart.
(Si desea escuchar el Concierto que sigue haga “click” encima de él):
(Continuará)
Angel Jiménez Arteaga
aarteaga61@gmail.com
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