Con la colaboración de Wolfgang Amadeus Mozart
Hoy: Sinfonía nº 20, K133.
En la 9ª ronda del fuerte Torneo
de Karslbad de 1911 el maestro ruso pierde ante Johner en una auténtica guerra de guerrillas en donde ambos se
buscaron con rencor desde el principio.
Apesadumbrado, Alekhine vuelve a
caer en la 10ª ante otro de los maestros grandes del ataque, Rudolph Spielmann
y en la 11ª pierde otra vez ante Levenfish.
Si nos detenemos en el cuadro de
clasificación observamos como el joven de 18 años Alekhine sólo pensaba en ¡ganar
sus partidas!. Las tablas apenas existían para él (!?).
Cuando vemos en la actualidad
como los ajedrecistas de élite firman frecuentes empates, muchos dicen que por
miedo atroz a perder, nos gusta todavía más el gran carácter “guerrero” del
genio ruso.
Para Alexander Alekhine, seguro
de sí mismo, no existía la palabra “miedo” y sólo pugnaba por conseguir la
victoria desde la perspectiva de un sentido de “honorabilidad” deportiva desarrollada,
porque no era necesario imponerle lo que hoy se conoce, por ejemplo, como las “Reglas de Sofía” (por no hablar también
del famoso “Sistema Rentero”
implantado en su momento en Linares) para que fomentara la “lucha” ante el
tablero.
El “valor” entonces se les
suponía a los maestros de antaño, <<per sé>> y los organizadores disponían
sus eventos con la firme promesa de que los ajedrecistas participantes se dejarían
“la piel sobre el tablero”.
Tomemos por ejemplo las 32
partidas disputadas al día de hoy en el actual Torneo de Candidatos de la FIDE
(mal llamado por cierto). También tomemos las 25 partidas disputadas por
Alekhine en Karlsbad 1911. Si sacamos la media de movimientos realizados en las
mismas, vemos que en el Torneo de Candidatos se llega a 41 movimientos de media
por partida. Alekhine hizo ¡él sólo! 51 jugadas de media por partida, es decir
10 movimientos más por cotejo.
Si tomamos los ¡325 encuentros
totales! disputados en Karlsbad 1911, vemos que en el global del torneo se
realizó una media de 46 movimientos por partida.
Y debemos considerar aquí lo más
importante de todo: En el Torneo de Candidatos sólo se jugarán 14 rondas (?!), pues
no olvidemos que organizadores y jugadores actuales son casi todos muy “finos”
– representantes de la llamada generación
del yoghourt y por ende proclives a agotarse pronto...
En Karlsbad 1911 se jugaron
“casi” el doble de rondas: ¡25!. Aquí, en estos datos, queda bien reflejado el
¡¡gran espíritu de lucha existente entonces!!.
Lo dicho. Estamos en este <<site>>
para contarles las cosas con “objetividad probada” y en este caso, los números
no nos mienten.
Ronda 12. Por fin Alekhine vence
y resultó ser en su partida contra Jaffe que quedaría clasificado en el último
lugar. Fue en un cotejo con mejor estructura de peones y en un final con todas
las piezas mayores en juego.
Y sería la partida de la 13ª
rueda, la Alekhine-Chajes la escogida
por Kotov para “La Herencia” y también elegida por Alekhine como una de sus
mejores producciones.
Kotov la trata en el tomo I (en
alemán y no en castellano) dentro de la sección “Las Combinaciones de Alekhine”; subsección: “La explotación de una pieza mal colocada”.
Alekhine lo “miniaturizó” tras
una Apertura Inglesa con un rápido e2-e4. Chajes permitió el debilitamiento de
sus casillas negras, en especial la del fatídico punto “d6”.
El genio ruso, en brillante
estilo, sacrificó dos piezas menores por una torre, al objeto de que se
permitiera a la dama blanca entrar decisivamente en el juego, provocando
posteriormente una letal “clavada” sobre
una pieza mal colocada de Chajes.
La persecución a la dama negra al
final ¡fue de libro! y la partida terminó pronto.
Alekhine empezaba ya entonces a
mostrar en aquel mundillo sus “mágicas combinaciones”, intentando agradar a los
“patronos” de los grandes torneos, como hizo Mozart con 16 años, cuando en 1772
se encontraba en Salzburg y deseaba demostrar al entonces nuevo
príncipe-arzobispo Hieronymus Graf Colloredo su sabiduría musical para ganarse
el puesto de Kontzermeister,
componiendo una serie de sinfonías, una de las cuales era la K133 que vamos a
escuchar ahora.
Wolfgang Amadeus
Mozart:
Sinfonía nº 20 en re mayor, K133.
I.
Allegro = 7’ 54”
II.
Andante = 4’ 49”
III.
Menuetto = 3’ 47”
IV.
(Allegro) = 4’ 09”
Compuesta en Julio de 1772 (Mozart con 16
años).
Sinfonías de juventud
Los Mozart habían estado en Italia en lo
que fue su primer viaje y cuando llegaron y pasaron cinco meses de algunos trabajos de composición, el príncipe-arzobispo
Segismundo había accedido a concederles un nuevo permiso y padre e hijo
partieron otra vez, en su segundo viaje a Italia, el 13 de Agosto de 1771.
A su regreso, el 16 de Diciembre, una
triste noticia ensombreció la dicha de estar de nuevo en casa y produjo cierta
inquietud en el espíritu de los músicos que, a pesar del éxito de Wolfgang,
seguían de una absoluta dependencia de la corte episcopal: El arzobispo acababa
de morir.
Generoso, cultivado, bien dispuesto hacia
Mozart, nunca fue un amo excesivamente exigente.
Es comprensible que sintiesen una cierta
angustia pensando en quién iba a ser el sucesor de aquel benévolo prelado.
Por desgracia para la familia Mozart y
para la ciudad, el sucesor fue Hieronymus Colloredo.
Aquel obispo de Gurck, que recibió el
título de príncipe-arzobispo, no quería a los salzburgueses ni éstos a él.
También le gustaba la música, pero prefería el estilo italiano, por lo que
tenía de grácil y ligero.
En el aspecto administrativo se le
atribuían intenciones de introducir unas reformas que inquietaban a sus súbditos,
que consideraban que las cosas estaban bien como estaban y que no había por qué
cambiarlas.
También se le consideraba distante,
altanero, orgulloso de su título y de su rango, duro con los subordinados y
resuelto a imponer una severa disciplina en una ciudad que siempre amó la
bonhomía, el desenfado, la gentileza y la tolerancia.
Había un gran temor a la llegada de un
reformador riguroso, quien, muy probablemente, también en la música impondría
sus preferencias.
A pesar de que cayó enfermo, probablemente
como consecuencia de las fatigas del viaje a Italia, Wolfgang trabajó entonces
“febrilmente” durante los varios meses que pasó en Salzburgo.
En diez meses compuso numerosas
casaciones, divertimenti para instrumentos de viento y otros para cuerda; serenatas,
música religiosa, sonatas para piano; lieder, una serenata teatral y ¡ocho
sinfonías! entre las que destaca esta K133 que sigue a continuación.
(Si desea escuchar la Sinfonía que sigue haga “click” aquí):
(Continuará)
Angel Jiménez Arteaga
aarteaga61@gmail.com
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