lunes, 21 de marzo de 2016

La “Herencia Ajedrecística de Alekhine” tal y como yo la veo (IX)


Con la colaboración de Wolfgang Amadeus Mozart
Hoy: Sinfonía nº 20, K133.

En la 9ª ronda del fuerte Torneo de Karslbad de 1911 el maestro ruso pierde ante Johner en una auténtica guerra de guerrillas en donde ambos se buscaron con rencor desde el principio.

Apesadumbrado, Alekhine vuelve a caer en la 10ª ante otro de los maestros grandes del ataque, Rudolph Spielmann y en la 11ª pierde otra vez ante Levenfish.

Un bonito libro que mañana me acompañará al Parque

Si nos detenemos en el cuadro de clasificación observamos como el joven de 18 años Alekhine sólo pensaba en ¡ganar sus partidas!. Las tablas apenas existían para él (!?).

Cuando vemos en la actualidad como los ajedrecistas de élite firman frecuentes empates, muchos dicen que por miedo atroz a perder, nos gusta todavía más el gran carácter “guerrero” del genio ruso.

Para Alexander Alekhine, seguro de sí mismo, no existía la palabra “miedo” y sólo pugnaba por conseguir la victoria desde la perspectiva de un sentido de “honorabilidad” deportiva desarrollada, porque no era necesario imponerle lo que hoy se conoce, por ejemplo, como las “Reglas de Sofía” (por no hablar también del famoso “Sistema Rentero” implantado en su momento en Linares) para que fomentara la “lucha” ante el tablero.

Luis Rentero (q.e.p.d.) y Kaspárov en Linares 2005, 
el día en que Garry lo dejó

El “valor” entonces se les suponía a los maestros de antaño, <<per sé>> y los organizadores disponían sus eventos con la firme promesa de que los ajedrecistas participantes se dejarían “la piel sobre el tablero”.

Tomemos por ejemplo las 32 partidas disputadas al día de hoy en el actual Torneo de Candidatos de la FIDE (mal llamado por cierto). También tomemos las 25 partidas disputadas por Alekhine en Karlsbad 1911. Si sacamos la media de movimientos realizados en las mismas, vemos que en el Torneo de Candidatos se llega a 41 movimientos de media por partida. Alekhine hizo ¡él sólo! 51 jugadas de media por partida, es decir 10 movimientos más por cotejo.

Si tomamos los ¡325 encuentros totales! disputados en Karlsbad 1911, vemos que en el global del torneo se realizó una media de 46 movimientos por partida.

Y debemos considerar aquí lo más importante de todo: En el Torneo de Candidatos sólo se jugarán 14 rondas (?!), pues no olvidemos que organizadores y jugadores actuales son casi todos muy “finos” – representantes de la llamada generación del yoghourt y por ende proclives a agotarse pronto...

En Karlsbad 1911 se jugaron “casi” el doble de rondas: ¡25!. Aquí, en estos datos, queda bien reflejado el ¡¡gran espíritu de lucha existente entonces!!.

Lo dicho. Estamos en este <<site>> para contarles las cosas con “objetividad probada” y en este caso, los números no nos mienten.

Un experto en luchar. Bobby Fischer 
en su primera foto, después de 20 años "oculto"...

Ronda 12. Por fin Alekhine vence y resultó ser en su partida contra Jaffe que quedaría clasificado en el último lugar. Fue en un cotejo con mejor estructura de peones y en un final con todas las piezas mayores en juego.

 Alekhine en aquel tiempo

Y sería la partida de la 13ª rueda, la Alekhine-Chajes la escogida por Kotov para “La Herencia” y también elegida por Alekhine como una de sus mejores producciones.

Kotov la trata en el tomo I (en alemán y no en castellano) dentro de la sección “Las Combinaciones de Alekhine”; subsección: “La explotación de una pieza mal colocada”.

Alekhine lo “miniaturizó” tras una Apertura Inglesa con un rápido e2-e4. Chajes permitió el debilitamiento de sus casillas negras, en especial la del fatídico punto “d6”.

El genio ruso, en brillante estilo, sacrificó dos piezas menores por una torre, al objeto de que se permitiera a la dama blanca entrar decisivamente en el juego, provocando posteriormente una letal “clavada” sobre una pieza mal colocada de Chajes.

La persecución a la dama negra al final ¡fue de libro! y la partida terminó pronto.


Oscar Chajes

Alekhine empezaba ya entonces a mostrar en aquel mundillo sus “mágicas combinaciones”, intentando agradar a los “patronos” de los grandes torneos, como hizo Mozart con 16 años, cuando en 1772 se encontraba en Salzburg y deseaba demostrar al entonces nuevo príncipe-arzobispo Hieronymus Graf Colloredo su sabiduría musical para ganarse el puesto de Kontzermeister, componiendo una serie de sinfonías, una de las cuales era la K133 que vamos a escuchar ahora.   

Wolfgang Amadeus Mozart:

Sinfonía nº 20 en re mayor, K133.

I.                    Allegro = 7’ 54”
II.                  Andante = 4’ 49”
III.               Menuetto = 3’ 47”
IV.                (Allegro) = 4’ 09”

        Compuesta en Julio de 1772 (Mozart con 16 años).

Sinfonías de juventud

Los Mozart habían estado en Italia en lo que fue su primer viaje y cuando llegaron y pasaron cinco meses de algunos  trabajos de composición, el príncipe-arzobispo Segismundo había accedido a concederles un nuevo permiso y padre e hijo partieron otra vez, en su segundo viaje a Italia, el 13 de Agosto de 1771.
A su regreso, el 16 de Diciembre, una triste noticia ensombreció la dicha de estar de nuevo en casa y produjo cierta inquietud en el espíritu de los músicos que, a pesar del éxito de Wolfgang, seguían de una absoluta dependencia de la corte episcopal: El arzobispo acababa de morir.
Generoso, cultivado, bien dispuesto hacia Mozart, nunca fue un amo excesivamente exigente.
Es comprensible que sintiesen una cierta angustia pensando en quién iba a ser el sucesor de aquel benévolo prelado.
Por desgracia para la familia Mozart y para la ciudad, el sucesor fue Hieronymus Colloredo.
Aquel obispo de Gurck, que recibió el título de príncipe-arzobispo, no quería a los salzburgueses ni éstos a él. También le gustaba la música, pero prefería el estilo italiano, por lo que tenía de grácil y ligero.
En el aspecto administrativo se le atribuían intenciones de introducir unas reformas que inquietaban a sus súbditos, que consideraban que las cosas estaban bien como estaban y que no había por qué cambiarlas.
También se le consideraba distante, altanero, orgulloso de su título y de su rango, duro con los subordinados y resuelto a imponer una severa disciplina en una ciudad que siempre amó la bonhomía, el desenfado, la gentileza y la tolerancia.
Había un gran temor a la llegada de un reformador riguroso, quien, muy probablemente, también en la música impondría sus preferencias.
A pesar de que cayó enfermo, probablemente como consecuencia de las fatigas del viaje a Italia, Wolfgang trabajó entonces “febrilmente” durante los varios meses que pasó en Salzburgo.
En diez meses compuso numerosas casaciones, divertimenti para instrumentos de viento y otros para cuerda; serenatas, música religiosa, sonatas para piano; lieder, una serenata teatral y ¡ocho sinfonías! entre las que destaca esta K133 que sigue a continuación.
    
(Si desea escuchar la Sinfonía que sigue haga “click” aquí):

(Continuará)

Angel Jiménez Arteaga
aarteaga61@gmail.com

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