Cuentan las crónicas que a José Raúl Capablanca, tras su derrota en la 12ª partida del Gran Mundial de Buenos Aires de 1927, lo vieron salir compungido del Club Argentino de Ajedrez de donde se alejó con paso precipitado.
Caminó en solitario, sin parar, hasta que por los avatares del destino, se vio en la Avenida de Mayo, primer bulevar que tuvo la ciudad bonaerense y la columna vertebral del centro histórico y cívico.
Cruzó la acera y se encontró con el famoso Café Tortoni, sede de peñas literarias y de canciones de tango, donde el todavía campeón mundial aprovechó para entrar, sentarse, tomarse un amargo y espeso café, en lo que sería una revisión mental de lo que le había sucedido en aquella, su triste, segunda derrota consecutiva del match.
Mientras eso ocurría se oía de fondo el murmullo de un tango muy conocido en el lugar y que expresaba la historia viva del Café:
"Se me hace que el palco llovizna recuerdos,
que allá en la avenida se asoman, tal vez,
bohemios de antaño y que están volviendo
aquellos baluartes del viejo café.
Tortoni de ahora te habita aquel tiempo.
Historia que vive en tu muda pared.
Y un eco cercano de voces que fueron,
se acoda en las mesas, cordial habitué..."
El genio cubano se sumió luego, de lleno. en sus cavilaciones...
La 13ª partida fue balsámica. ¡Sin más!. La Capablanca-Alekhine, (13), 1927, Tablas en 27 movimientos, que sólo fue ofrecida en nuestros cuatro libros de cabecera que cubren el encuentro en su totalidad:
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