Tras también haber saltado hoy con éxito el temible "potro de la tortura" que pone a todo el mundo el módulo informático mejor de la actualidad, el "Stockfish 14.1", estamos en condiciones de afirmar que la partida que vamos a ver ahora, la Nimzowitsch-Capablanca, Gran Torneo Internacional de Nueva York (15), 13 de Marzo de 1927 (domingo), 0-1 en 46 movimientos es ¡una de las mejores de la historia!.
No en vano, le dieron el "premio especial" a la partida mejor jugada en el torneo.
Fue analizada por Alekhine, Tartakower y Kaspárov (en el tomo I de la biblia del ajedrez, "Mis geniales predecesores") y de los tres hemos puesto "frases célebres" que escribieron cuando comentaron la misma, a efectos pedagógicos que bien merecen la pena realzarlos aquí. También, aparte de por Khalifman, apareció con análisis en los libros sobre la vida y obra del genio cubano de Winter (con comentarios del propio Capablanca), de Reinfeld, de Golombek, de Panov, de Chernev, de Varnusz (tomo II), de Sánchez (Tomo I), en el de homenaje a Capa editado por el ministerio de cultura de Cuba (con análisis también de Capablanca), en el de Euwe & Prins, en el de Stahlberg & Alles Monasterio y en el de Linder.
Capablanca escribió lo siguiente sobre la misma en su crónica del periódico The New York Times:
"Con Nimzowitsch tuvimos una defensa difícil de manejar al inicio de la apertura, hasta que durante el medio juego obtuvimos lo que consideramos una posición satisfactoria. En ese punto, Nimzowitsch avanzó del lado del rey para forzar el intercambio de un caballo por un alfil y al mismo tiempo, bloquear la posición en ese lado del tablero. No fue una idea feliz. Como consecuencia, durante un tiempo el juego tuvo lugar en el otro lado del tablero, donde teníamos el mando de la columna semiabierta. Después de muchas maniobras y algunos intercambios logramos abrirnos paso. Esto provocó un final de dama y torre en el que controlamos todas las líneas. Como resultado, las piezas de nuestro oponente prácticamente no tenían adónde ir y todo lo que podía hacer era marcar el tiempo con su rey. Tal era la situación cuando tuvo lugar el aplazamiento. Unos pocos movimientos después de que se reanudara el juego, Nimzowitsch se rindió.
La mayoría de los espectadores, incluidos los expertos, habían pensado al principio del medio juego que la partida terminaría en tablas; por lo tanto, nos elogiaron mucho más tarde cuando pudimos demostrar cómo se podía ganar el encuentro. Por este motivo, damos a continuación la última parte de la partida con algunas notas críticas". (N.d.l.r.: Lo importante lo pusimos en estos análisis que seguidamente ofrecemos).
Y Kaspárov comenzó a opinar de ella de la siguiente forma:
"Detengámonos en otra partida clásica de Capablanca (n.d.l.r.: para mi, ¡la más bonita!) que ilustra su asombrosa superioridad sobre todos los destacados grandes maestros de la época. Su rival de turno, Nimzowitsch, se mantuvo durante mucho tiempo en el segundo puesto, pero cuando jugó esta partida con el campeón, en palabras de Tarrasch, <evidentemente había perdido fe en sus principios, si es que no estaba simplemente cansado y perdió sin demasiada lucha>". (N.d.l.r.: Cansados ¡estaban todos!, pero ante Capablanca era muy habitual que sus rivales perdieran la fe en sus principios, de ahí la gran gesta realizada por Alekhine a finales de aquel mítico año del ajedrez, cuando lo destronó en el Gran Mundial de Buenos Aires - que no tiene nada que ver con los "mundialitos del azar" de la actualidad, donde los ajedrecistas participantes, por no tener, ¡no tienen ni tiempo para agotarse físicamente!).
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