Capítulo III: El niño prodigio.
En el campo del ajedrez se define
como “un ajedrecista de corta edad que
juega objetivamente bien y obtiene fama y éxitos”.
Y eso es justo lo que en este
tercer capítulo empieza a destacar de la figura de José Raúl Capablanca, su más
importante biógrafo, el también cubano Miguel Angel Sánchez en su nuevo libro
editado por la prestigiosa editorial estadounidense McFarland & Company, Inc., Publishers.
Empieza el capítulo con una
bonita foto de la primera época de Capa donde se ve junto a su padre y a sus
hermanos, Salvador (que sería dentista), Ramiro (abogado) y Fernando Aquiles
(arquitecto)…y luego llegarían siete hermanos más!.
Personajes, todos, como vemos, de
la alta alcurnia cubana (!?).
Tras la finalización de la Guerra
de la Indepencia de Cuba que terminó con la rendición del ejército colonial
español en 1898, iba a suceder otro hito ajedrecístico en la isla del que José
Raúl Capablanca no se iba a librar: La visita de Harry Nelson Pillsbury a La Habana en Marzo de 1900.
Pillsbury en 1900
Hay cuatro grandes
norteamericanos en la historia del ajedrez. Por este orden: Paul Morphy, Harry
Nelson Pillsbury, Samuel Reshevsky y Bobby Fischer. Ahora si acaso, Hikaru
Nakamura. No hay más…
La llegada y exhibición de Pillsbury volvió, según nos
relata Sánchez, a estimular las ansias creativas de Capablanca que comienza a
enfrentarse contra todos los mejores expertos en ajedrez de la isla, en
partidas informales pero no exentas de clase.
De hecho en octubre de 1901 ya
vemos a Capa dando sesiones de simultáneas en la isla con tan sólo 12 años.
Y justo cuando cumple los trece,
se proclama brillantemente campeón de Cuba al vencer al mejor jugador del país
de entonces, Juan Corzo que contaba con 28 años.
Juan Corzo (1873-1941)
Aquel match con Corzo, que Sánchez narra y analiza al "milímetro", es la hazaña más sobresaliente del “niño prodigio” cubano.
Capablanca desconocía
completamente las aperturas y que pudiese terminar venciendo sin preparación
teórica alguna a un jugador tan experimentado como Juan Corzo y en un match, es
la mejor demostración de su genio, que muy pronto sería reconocido por todo el
mundo.
Capa jugaba “de oídas”. Por
ejemplo se atrevió a realizar en la primera partida una Apertura Escocesa
porque sabía que Celso Golmayo Zúpide era un gran conocedor de esta línea, con
la que había obtenido triunfos espléndidos, incluso frente a Steinitz y
Blackburne.
En la segunda se tuvo que
enfrentar a los vericuetos tácticos del difícil Gambito Evans, una de las
aperturas más populares del S. XIX de la que sin duda Corzo poseía grandes
conocimientos, pues el genial jugador ruso Mikhail Chigorin, la había empleado
con éxito frente a Steinitz, en los dos encuentros mencionados celebrados en La
Habana, en los cuales se disputó el Campeonato del Mundo.
Ya de niño, al igual
que el que luego fuera su gran rival Alexander Alekhine (que también está dentro
de mis famosas tres grandes trilogías de “ases”), Capablanca siempre opinaba
que la mejor forma de luchar contra un gambito era aceptándolo (algo que miles
de jugadores de clubs de hoy, totalmente “miedosos”, evitan por todos los
medios posibles - !?). Al final de aquella contienda y tras haber perdido la
primera partida, Capablanca había logrado tres peones por la pieza, pero su
posición no estaba compensada ¡ni mucho menos!, por la precaria situación de su
rey en el centro del tablero, donde se encontró amenazado por todas las piezas
blancas que lo hicieron rendirse por segunda vez consecutiva.
Mikhail Chigorin
Con dos derrotas seguidas, muy
mal se presentaba el encuentro para Capablanca, que estaba jugándolo como lo
que realmente era, un niño. Pero el germen del genio ya estaba dentro…
Como muy bien afirmó el mismo
Capablanca, hubo “algo” en la tercera, la cual finalizó en tablas que le mostró
que Juan Corzo también tenía sus debilidades; dándole el necesario coraje y
confianza (!?). Capablanca fuerza la entrada en un final. Comete errores y
queda perdido, pero de repente, por “arte de magia” comienza a jugar lo mejor empezando
una larga carrera con su rey que le lleva a arrancar el empate. Capablanca,
tras esta partida, se convenció que Corzo era “débil” en los finales (!?). Por
el contrario, se daba cuenta que su rival sí que era fuerte en el medio juego.
Por tanto, el joven Capablanca “raudo y veloz” decidió hacer todo lo posible
para llegar a jugar finales y en todas las partidas siguientes cambió piezas
para llegar a ellos (!!).
Así tras sólo 22 jugadas, ya
estaba jugando un final de partida en el cuarto cotejo. Corzo todavía no se
había percatado de los deseos de su adversario. De hecho la ventaja de
Capablanca, con negras, en aquel final era muy dudosa, ya que tenía varios
peones situados en casillas del mismo color que las de su alfil, pero tras un
error de Corzo varios movimientos más tarde, de repente su alfil “malo” se
convirtió en “bueno” y con la excelente posición de su rey, conquistó un peón
de ventaja que le llevó a anotarse su primera victoria en el match!. 1-2.
La 5ª partida terminó en tablas
tras haber jugado Capablanca la apertura con muy poca energía terminando
incluso con un peón de menos que compensó al final gracias a la actividad de
una torre.
6ª partida. Tras una Apertura
Vienesa, Capablanca acepta el desafío de Corzo y escoge la línea más azarosa,
llegando al famoso Gambito Allgaier, inventado por el jugador del mismo nombre,
oficial del ejército austriaco, de quien se dice jugó contra Napoleón.
En
situación delicada el pequeño Capa encontró la mejor defensa que terminó en
empate en veinte jugadas, resultando muy emocionante a pesar de su brevedad.
Napoleón ante un tablero de ajedrez
7ª partida. Capablanca, con
blancas, emplea el Gambito Staunton; la línea más agresiva contra la Defensa
Holandesa. ¡El ajedrez de éxito es un juego de valientes!.
A estas alturas del
match el niño ya había recobrado la moral perdida con las primeras partidas y
se encontraba con fuerzas, dispuesto a levantar el resultado desfavorable. Capa
terminó ganando un peón, pero al estar “doblado” no tuvo la mayor importancia y
el encuentro de nuevo finalizó en tablas.
Las mejores piezas actuales se deben a Staunton
8ª partida. Repitieron las nueve
primeras jugadas de la difícil 6ª partida. En el décimo movimiento, Juan Corzo
innovó, moviendo su rey y dejándolo en un lugar aparentemente seguro, pero
Capablanca hizo entonces veraz la famosa
y difícil sencillez que le hizo “inmortal” jugando una partida sensacional
no sólo para un niño, sino hasta para un ¡campeón del mundo!. 2-2.
9ª partida. De nuevo Gambito
Staunton de la Defensa Holandesa. En tan sólo 19 jugadas se llega a un final de
alfil (Capablanca con blancas) frente a caballo (Corzo). La posición es tablas,
pero eso no parece preocupar a un crecido Capablanca. Corzo comienza a perder
el tiempo con jugadas de caballo permitiendo que las blancas movilicen su rey.
En igualdad de peones, hay uno blanco “pasado” y ese será la clave del
triunfo!. Pero en aquellos momentos frente a esa ventaja, la posición de las
blancas contaba con otras todavía más contundentes: La superioridad del alfil
contra el caballo al haber peones en ambos flancos y mejor situación de rey.
Veinticinco movimientos más, fueron necesarios para que el niño acabase jugando
aquel final como un experto veterano. Un prodigio de paciencia y técnica
finalista; del que el propio Bobby Fischer “recogería el guante” muchísimos
años más tarde, cuando hacía de este tipo de finales sus “finales favoritos”
(!?).
Otro de los grandes motivos por el cual tanto Capa como luego Bobby,
están dentro de mis famosas trilogías de grandes ases de la historia!. 3-2.
10ª partida. Capablanca se salva
de milagro. Corzo consigue un peón de ventaja sin aparente compensación, pero
ya nublada su mente (¡por el qué dirán!) comete imprecisiones permitiendo al
niño bloquear el juego y conseguir el empate.
11ª partida: Capablanca dijo de
ella, años más tarde, en 1920, lo siguiente tras su séptima jugada: “Cuando veo esta partida hoy en día, me
siento sorprendido del buen sistema general de mis movimientos de apertura.
Recuerdo que casi siempre jugué 1.d4 con las blancas, porque de ese modo el
señor Corzo no podía sacar tan enorme ventaja de mis debilidades en la
apertura. En esta partida, hasta aquí jugué muy bien…”.
Y tras una bella nueva victoria
en un final de “alfil y caballo” contra “torre” remata: “El resto es fácil. Debo agregar que considerando mi edad y poca
experiencia, esta partida es notable; inclusive el final fue muy bien jugado
por las blancas”.
Ya a partir de ese momento,
aunque se jugó algo más, Capablanca se convirtió en el nuevo Campeón de Cuba y
su leyenda comenzaba.
Miguel Angel Sánchez relata estas
cosas y muchas otras fantásticas historias en este su tercer capítulo del libro,
que insisto, no lo he he leído por completo; pues sólo estoy ojeando el volumen
para realizar estas crónicas. ¡Es el triunfo del espíritu sobre la materia!,
aunque luego la materia será bien analizada por este cronista…
Me encanta apuntarme las cosas
que luego puedo usar en algún momento y aquí va una que creo que le puede
también servir a todos ustedes:
De ir a Cuba, no deberíamos
perder la ocasión de visitar el lugar donde José Raúl Capablanca vivió desde
mediados de 1901 hasta julio de 1904 cuando embarcó hacia Nueva York para
dirigirse a estudiar a la Universidad de Columbia.
Gracias a Sánchez, sabemos que la
casa mencionada se encuentra en el nº 1606 de la 37ª calle en la Villa de
Aguacate de La Habana, hoy provincia de Mayabeque, al borde también de la
provincia de Matanzas.
En el libro, Miguel Angel Sánchez
pone la foto de esa histórica casa (!?).
Así, llegamos al 30 de Julio de
1904, donde todavía con 15 años, José Raúl Capablanca deja Cuba y ya no la
vuelve a ver hasta ¡cinco años más tarde!. Se despide de los suyos y sobre todo
de su madre, a la que le promete que le escribirá con frecuencia. Su vida ya
estaba ligada a la “aventura”:
(Para escuchar la canción que sigue haga click aquí):
Cuando pisa Nueva York no tarda
en visitar el famoso Manhattan Chess Club,
lugar predilecto de juventud de Bobby Fischer como estamos ahora también al
unísono leyendo en castellano y por ello saboreándolo mucho más, el otro gran
libro de estos Reyes, el titulado
“Endgame” de Frank Brady.
Allí Capa mientras estudia en la
Universidad “Ingienería Química” empieza a relacionarse con grandes personajes
ajedrecísticos de la época como muy bien nos narra Sánchez.
Desde Arístides Martínez,
presidente del club; Albert Ettlinger, ajedrecista y hombre de negocios de los
famosos puros habanos; Eugenio Delmar, uno de los paladines ajedrecísticos
neoyorquinos; el profesor Isaac L. Rice, que fundó su propio Gambito Rice;
hasta grandes maestros de la talla del propio Geza Maroczy (Hungría) o el
entonces campeón del mundo de ajedrez, el alemán Emanuel Lasker, que vivía en
aquellos momentos en Nueva York…
Hay una bonita carta que ilustra
Sánchez en el libro donde Capablanca se apura a escribir a su madre para tranquilizarla
de los rumores que ya aparecen en la prensa de su país de que un joven
ajedrecista cubano, llamado José Raúl Capablanca va de gira en gira por los EE
UU en exhibiciones simultáneas. Capa le indica que todo eso es mentira; que
sólo ha realizado exhibiciones en su periodo de vacaciones y que no está
descuidando para nada sus estudios… pero esa, queridos lectores, es otra
historia.
Sigamos paseando ahora por la
vieja Habana:
(Para ver el vídeo que sigue haga click aquí):
(Continuará…)
Angel Jiménez Arteaga
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