Queridos amigos, voy a hacer ahora un pequeño paréntesis en mi gran obra titulada "Lasker, Capablanca y Alekhine o ganar en tiempos revueltos" para comentar algo que creo trascendental y como nadie lo hace, pues con mucho gusto, lo hago yo (!!).
Desde 1999, en los albores del disparatado S.XXI en donde muchas de las cosas básicas se hacen todas al revés del pepino (expresión canaria que significa acontecimiento opuesto a lo que se había previsto y que sale mal), hubieron tres campeones mundiales de ajedrez que pasaron con más pena que gloria por el olimpo ajedrecístico. Que me perdonen, pero yo creo que hasta ellos mismos, en sus adentros, lo saben... Fueron Khalifman (una cosa buena tiene, que son sus libros históricos analizando todas las partidas de los auténticos campeones del mundo de épocas menos frenéticas que las actuales), Ponomariov (2002) y Kasimdzhanov (2004).
Ayer, por fin, ganó Carlsen en una partida, lamentablemente la mayor parte de ella rápida (??), tras 8 horas de larga lucha, que la califican de ser la partida más larga en mundiales.
Según nos cuenta Leontxo García en su reportaje del periódico El País:
Carlsen gana en ocho horas la partida más larga de la historia de los mundiales de ajedrez
la partida tuvo varias alternativas y desde luego que da a entender que Carlsen terminó ganando la misma, más que por el buen ajedrez desarrollado, por resistencia física ante el cansancio general, que lógicamente se produce al estar 8 horas sentados ante un tablero de ajedrez en estado de máxima concentración y encima con la presión de tener que jugar al instante, esperando más que nada el fallo del rival, lo que significa jugarlo todo al azar, porque igual ese nefasto error (humano) lo cometes tú primero (eso ya no es AJEDREZ).
Me alegro que Carlsen vaya ganando, ¡pese a todo!, pues ya saben los que me conocen, de mi gusto por su juego (¡cuando no es rápido!):
Ahí está, es él; su nombre: MAGNUS CARLSEN !! (62)
porque no es que tenga nada contra Nepomniachtchi, el aspirante ruso, pero es que vuelvo otra vez a lo mismo: No me gustaría ver la tabla de todos los campeones mundiales de la historia, llena de ajedrecistas que no está nada claro que sean los más fuertes de sus épocas, como los aquí antes señalados.
Dicho todo esto, me gustaría comparar lo que ayer sucedió en esa feria de pueblo de Dubái (al organizar este mundialito deja para este cronista de ser automáticamente Exposición Universal), con lo que yo pienso que es en realidad el ajedrez al nivel de estos últimos campeonatitos del mundo.
Señoras y señoras, damas y caballeros:
El ajedrez ya no es el juego-ciencia que a todos nos ha emocionado a lo largo de la historia (¡por lo menos hasta 1999!); el ajedrez jugado en el día de ayer, se parece más al deporte de la apnea o buceo libre (freediving), un deporte extremo, el cual tiene como base la suspensión voluntaria de la respiración dentro del agua mientras se recorren largas distancias o se desciende hasta grandes profundidades. O SEA, ES DE TODO, MENOS JUGAR TRANQUILAMENTE ANTE EL TABLERO, DESCANSANDO ADECUADAMENTE EN LA PRIMERA SESIÓN TRAS CINCO HORAS DE JUEGO, ANTES DE VOLVER A REANUDAR LA PARTIDA UNAS HORAS MÁS TARDE Y SÓLO CON LA COLABORACIÓN OBLIGATORIA DE ANALISTAS HUMANOS Y ¡SIN FINISH!, HASTA QUE TERMINE EL ENCUENTRO, CON EL DEBIDO DESCANSO, MÍNIMO, DE UN PAR DE HORAS EN MEDIO (!!).
¡Qué aquí conste para conocimiento general a los efectos oportunos!.
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