jueves, 24 de marzo de 2016

La “Herencia Ajedrecística de Alekhine” tal y como yo la veo (XII)


Con la colaboración de Wolfgang Amadeus Mozart
Hoy: Concierto para piano y orquesta nº 20, K466.

A principios de Marzo de 1912, Alekhine, con 19 años, volvería a efectuar una sesión de Simultáneas y a mediados de aquel mismo mes participaría en el 2º Torneo de Invierno de la Sociedad de Ajedrez de San Petersburgo, competición ésta, mejor documentada que la primera, donde comenzarían 13 jugadores, entre ellos Arvid Kubbel, el hermano del famoso problemista Leonid Ivanovich Kubbel, que se retiraría de la competición junto a dos ajedrecistas más.

Leonid Kubbel, gran compositor de ajedrez, 
miembro de una familia con tradición ajedrecística

El torneo pues terminó siendo de 10 jugadores y Alekhine resultaría vencedor con medio punto de ventaja sobre Levenfish (más conocido como Löwenfisch) y con un punto entero de distancia sobre Rabinovich y Romanovsky.

Romanovsky, todo un experto en medio juego

Alekhine contra todos ellos (que eran los más conocidos a nivel mundial) hizo tablas con Romanovsky y le ganó a Rabinovich y a Löwenfisch y fue esta última partida la que escogió para publicarla dentro de sus “obras selectas” y también luego sería seleccionada por Kotov para “La Herencia” (Tomo I – en alemán y no en castellano), dentro de la sección “Las Aperturas de Alekhine”, subsección: “La alteración ilícita del equilibrio”.

En efecto, tras una Defensa Benoni Irregular, la partida “Alekhine-Löwenfisch” pronto posibilitó el peligroso avance de los peones centrales a Alekhine, destruyendo de este modo por completo la variante elegida por las negras. Alekhine jugó entonces preciso como un reloj y Löwenfisch debió conformarse con el cambio de damas, tras lo cual hubiera entonces terminado perdiendo un peón sin compensación alguna.

Grigory Levenfish

Sin embargo optó por mantenerlas sobre el tablero porque atacaba de paso a dos peones contrarios. Pero entonces surgió una inesperada combinación de sacrificio del genio ruso. Löwenfisch, ilícitamente, rompió el equilibrio material; como señala Kotov en su estudio estratégico de “La Herencia” y capturó con su dama el peón de “b2” de las blancas, atacando así la torre de “a1”, pero entonces surgió una vez más (y fueron cientos a lo largo de su trayectoria deportiva) la genialidad atacante de Alekhine, siempre “bullicioso” ante el tablero (sólo Misha Tal, muchos años más tarde, le llegaría a su altura y por eso ambos están en mis “trilogías sagradas”).

Otro "mago" del Ataque

Aquella forma que tuvo Alekhine de jugar para la “galería” siempre nos admiró a todos. Por el contrario, hoy los ajedrecistas de club jugamos todo el rato de modo posicional y de forma aburrida, intentando controlar casilla por casilla y más bien esperando únicamente el error del contrario, sin “crear” apenas nada…

Con Alekhine no ocurría eso y la “estética visual” siempre imperaba en sus partidas.

Así, justo en aquel momento en que su torre estaba amenaza, nuestro ídolo del ajedrez la dejó allí y respondió con un maravilloso salto de caballo a “b5”, que a priori estaba atacado por el peón negro de “a6”… aunque tras cálculo preciso no podía ser capturado (!?).

Löwenfisch, contrariado (como todos nosotros, los hoy todavía “espectadores”) optó entonces por aceptar el sacrificio previo y tomó primero la torre de “a1” seguido luego de la otra torre de “h1” y con dos piezas mayores de menos, el genio ruso se despachó a gusto y decapitó al rey enemigo.

Alekhine de joven

Aquella partida fue “trágica” (para Löwenfisch) pero “bella” al mismo tiempo para todos los amantes del ajedrez; como “bello” fue aquel concierto para piano nº 20 de Mozart también “trágico” al comienzo…


Wolfgang Amadeus Mozart:

Una de las grandes intérpretes de nuestra era


Concierto para piano y orquesta nº 20 en re menor, K466.

I.                    Allegro = 13’ 26”
II.                  Romance = 9’ 12”
III.               Rondo (Allegro assai) = 7’ 11”
       
        Compuesta en 1785 en Viena (Mozart con 29 años).

La tonalidad de re menor tenía para Mozart una significación especial; era una tonalidad casi trágica y de gran intensidad dramática.
La fuerza expresiva de este concierto despertó la admiración de Beethoven que también lo interpretó como pianista y escribió cadenzas para él (las cadenzas son pequeñas improvisaciones que se dejan al pianista). Una cadenza ha de seguir con el tema y brinda al músico la oportunidad de demostrar su virtuosismo.
El movimiento central, una lírica y aparentemente plácida romanza, evoluciona hacia un desgarrador patetismo.
Pero al final, como es habitual en muchas de las obras de Mozart, se impone el triunfo, una conclusión que expresa felicidad y esperanza.
Según Hildesheimer, el concierto para piano K466 es música absoluta, lo que él define como una “música sin contenidos extramusicales”, es decir, que la composición no intenta evocar una imagen concreta.
Uno puede dejarse arrastrar por los pasajes hermosos y quien se pierda tiene su bendición.
En 1785 Mozart se hallaba entonces en la cumbre de su popularidad en Viena. Después de haberlo compuesto, también tocó el concierto por primera vez ante el público.
Mozart era muy productivo y en aquellos años componía un concierto para piano cada dos meses.
Este concierto es inquieto y emotivo, sobre todo en los primeros compases y se considera como una de las obras más populares de Mozart.

(Si desea escuchar el Concierto que sigue haga “click” encima de él):


(Continuará)

Angel Jiménez Arteaga
aarteaga61@gmail.com

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