viernes, 15 de enero de 2016

José Raúl Capablanca: A Chess Biography – Miguel Angel Sánchez (VIII)


Capítulo III: El niño prodigio.

En el campo del ajedrez se define como “un ajedrecista de corta edad que juega objetivamente bien y obtiene fama y éxitos”.

Y eso es justo lo que en este tercer capítulo empieza a destacar de la figura de José Raúl Capablanca, su más importante biógrafo, el también cubano Miguel Angel Sánchez en su nuevo libro editado por la prestigiosa editorial estadounidense McFarland & Company, Inc., Publishers.

Empieza el capítulo con una bonita foto de la primera época de Capa donde se ve junto a su padre y a sus hermanos, Salvador (que sería dentista), Ramiro (abogado) y Fernando Aquiles (arquitecto)…y luego llegarían siete hermanos más!.

Personajes, todos, como vemos, de la alta alcurnia cubana (!?).

Tras la finalización de la Guerra de la Indepencia de Cuba que terminó con la rendición del ejército colonial español en 1898, iba a suceder otro hito ajedrecístico en la isla del que José Raúl Capablanca no se iba a librar: La visita de Harry Nelson Pillsbury a La Habana en Marzo de 1900.


Pillsbury en 1900

Hay cuatro grandes norteamericanos en la historia del ajedrez. Por este orden: Paul Morphy, Harry Nelson Pillsbury, Samuel Reshevsky y Bobby Fischer. Ahora si acaso, Hikaru Nakamura. No hay más…

La llegada  y exhibición de Pillsbury volvió, según nos relata Sánchez, a estimular las ansias creativas de Capablanca que comienza a enfrentarse contra todos los mejores expertos en ajedrez de la isla, en partidas informales pero no exentas de clase.

De hecho en octubre de 1901 ya vemos a Capa dando sesiones de simultáneas en la isla con tan sólo 12 años.

Y justo cuando cumple los trece, se proclama brillantemente campeón de Cuba al vencer al mejor jugador del país de entonces, Juan Corzo que contaba con 28 años.

Juan Corzo (1873-1941)

Aquel match con Corzo, que Sánchez narra y analiza al "milímetro", es la hazaña más sobresaliente del “niño prodigio” cubano.

Capablanca desconocía completamente las aperturas y que pudiese terminar venciendo sin preparación teórica alguna a un jugador tan experimentado como Juan Corzo y en un match, es la mejor demostración de su genio, que muy pronto sería reconocido por todo el mundo.

Capa jugaba “de oídas”. Por ejemplo se atrevió a realizar en la primera partida una Apertura Escocesa porque sabía que Celso Golmayo Zúpide era un gran conocedor de esta línea, con la que había obtenido triunfos espléndidos, incluso frente a Steinitz y Blackburne.

En la segunda se tuvo que enfrentar a los vericuetos tácticos del difícil Gambito Evans, una de las aperturas más populares del S. XIX de la que sin duda Corzo poseía grandes conocimientos, pues el genial jugador ruso Mikhail Chigorin, la había empleado con éxito frente a Steinitz, en los dos encuentros mencionados celebrados en La Habana, en los cuales se disputó el Campeonato del Mundo.
Mikhail Chigorin

Ya de niño, al igual que el que luego fuera su gran rival Alexander Alekhine (que también está dentro de mis famosas tres grandes trilogías de “ases”), Capablanca siempre opinaba que la mejor forma de luchar contra un gambito era aceptándolo (algo que miles de jugadores de clubs de hoy, totalmente “miedosos”, evitan por todos los medios posibles - !?). Al final de aquella contienda y tras haber perdido la primera partida, Capablanca había logrado tres peones por la pieza, pero su posición no estaba compensada ¡ni mucho menos!, por la precaria situación de su rey en el centro del tablero, donde se encontró amenazado por todas las piezas blancas que lo hicieron rendirse por segunda vez consecutiva.

Con dos derrotas seguidas, muy mal se presentaba el encuentro para Capablanca, que estaba jugándolo como lo que realmente era, un niño. Pero el germen del genio ya estaba dentro…

Como muy bien afirmó el mismo Capablanca, hubo “algo” en la tercera, la cual finalizó en tablas que le mostró que Juan Corzo también tenía sus debilidades; dándole el necesario coraje y confianza (!?). Capablanca fuerza la entrada en un final. Comete errores y queda perdido, pero de repente, por “arte de magia” comienza a jugar lo mejor empezando una larga carrera con su rey que le lleva a arrancar el empate. Capablanca, tras esta partida, se convenció que Corzo era “débil” en los finales (!?). Por el contrario, se daba cuenta que su rival sí que era fuerte en el medio juego. Por tanto, el joven Capablanca “raudo y veloz” decidió hacer todo lo posible para llegar a jugar finales y en todas las partidas siguientes cambió piezas para llegar a ellos (!!).

Así tras sólo 22 jugadas, ya estaba jugando un final de partida en el cuarto cotejo. Corzo todavía no se había percatado de los deseos de su adversario. De hecho la ventaja de Capablanca, con negras, en aquel final era muy dudosa, ya que tenía varios peones situados en casillas del mismo color que las de su alfil, pero tras un error de Corzo varios movimientos más tarde, de repente su alfil “malo” se convirtió en “bueno” y con la excelente posición de su rey, conquistó un peón de ventaja que le llevó a anotarse su primera victoria en el match!. 1-2.

La 5ª partida terminó en tablas tras haber jugado Capablanca la apertura con muy poca energía terminando incluso con un peón de menos que compensó al final gracias a la actividad de una torre.

6ª partida. Tras una Apertura Vienesa, Capablanca acepta el desafío de Corzo y escoge la línea más azarosa, llegando al famoso Gambito Allgaier, inventado por el jugador del mismo nombre, oficial del ejército austriaco, de quien se dice jugó contra Napoleón.
Napoleón ante un tablero de ajedrez

En situación delicada el pequeño Capa encontró la mejor defensa que terminó en empate en veinte jugadas, resultando muy emocionante a pesar de su brevedad.

7ª partida. Capablanca, con blancas, emplea el Gambito Staunton; la línea más agresiva contra la Defensa Holandesa. ¡El ajedrez de éxito es un juego de valientes!.
Las mejores piezas actuales se deben a Staunton

A estas alturas del match el niño ya había recobrado la moral perdida con las primeras partidas y se encontraba con fuerzas, dispuesto a levantar el resultado desfavorable. Capa terminó ganando un peón, pero al estar “doblado” no tuvo la mayor importancia y el encuentro de nuevo finalizó en tablas.

8ª partida. Repitieron las nueve primeras jugadas de la difícil 6ª partida. En el décimo movimiento, Juan Corzo innovó, moviendo su rey y dejándolo en un lugar aparentemente seguro, pero Capablanca hizo entonces veraz la famosa y difícil sencillez que le hizo “inmortal” jugando una partida sensacional no sólo para un niño, sino hasta para un ¡campeón del mundo!. 2-2.

9ª partida. De nuevo Gambito Staunton de la Defensa Holandesa. En tan sólo 19 jugadas se llega a un final de alfil (Capablanca con blancas) frente a caballo (Corzo). La posición es tablas, pero eso no parece preocupar a un crecido Capablanca. Corzo comienza a perder el tiempo con jugadas de caballo permitiendo que las blancas movilicen su rey. En igualdad de peones, hay uno blanco “pasado” y ese será la clave del triunfo!. Pero en aquellos momentos frente a esa ventaja, la posición de las blancas contaba con otras todavía más contundentes: La superioridad del alfil contra el caballo al haber peones en ambos flancos y mejor situación de rey. Veinticinco movimientos más, fueron necesarios para que el niño acabase jugando aquel final como un experto veterano. Un prodigio de paciencia y técnica finalista; del que el propio Bobby Fischer “recogería el guante” muchísimos años más tarde, cuando hacía de este tipo de finales sus “finales favoritos” (!?).

Otro de los grandes motivos por el cual tanto Capa como luego Bobby, están dentro de mis famosas trilogías de grandes ases de la historia!. 3-2.

10ª partida. Capablanca se salva de milagro. Corzo consigue un peón de ventaja sin aparente compensación, pero ya nublada su mente (¡por el qué dirán!) comete imprecisiones permitiendo al niño bloquear el juego y conseguir el empate.

11ª partida: Capablanca dijo de ella, años más tarde, en 1920, lo siguiente tras su séptima jugada: “Cuando veo esta partida hoy en día, me siento sorprendido del buen sistema general de mis movimientos de apertura. Recuerdo que casi siempre jugué 1.d4 con las blancas, porque de ese modo el señor Corzo no podía sacar tan enorme ventaja de mis debilidades en la apertura. En esta partida, hasta aquí jugué muy bien…”.  
Y tras una bella nueva victoria en un final de “alfil y caballo” contra “torre” remata: “El resto es fácil. Debo agregar que considerando mi edad y poca experiencia, esta partida es notable; inclusive el final fue muy bien jugado por las blancas”.

Ya a partir de ese momento, aunque se jugó algo más, Capablanca se convirtió en el nuevo Campeón de Cuba y su leyenda comenzaba.

Miguel Angel Sánchez relata estas cosas y muchas otras fantásticas historias en este su tercer capítulo del libro, que insisto, no lo he he leído por completo; pues sólo estoy ojeando el volumen para realizar estas crónicas. ¡Es el triunfo del espíritu sobre la materia!, aunque luego la materia será bien analizada por este cronista…

Me encanta apuntarme las cosas que luego puedo usar en algún momento y aquí va una que creo que le puede también servir a todos ustedes:

De ir a Cuba, no deberíamos perder la ocasión de visitar el lugar donde José Raúl Capablanca vivió desde mediados de 1901 hasta julio de 1904 cuando embarcó hacia Nueva York para dirigirse a estudiar a la Universidad de Columbia.

Gracias a Sánchez, sabemos que la casa mencionada se encuentra en el nº 1606 de la 37ª calle en la Villa de Aguacate de La Habana, hoy provincia de Mayabeque, al borde también de la provincia de Matanzas.

En el libro, Miguel Angel Sánchez pone la foto de esa histórica casa (!?).

Así, llegamos al 30 de Julio de 1904, donde todavía con 15 años, José Raúl Capablanca deja Cuba y ya no la vuelve a ver hasta ¡cinco años más tarde!. Se despide de los suyos y sobre todo de su madre, a la que le promete que le escribirá con frecuencia. Su vida ya estaba ligada a la “aventura”:

(Para escuchar la canción que sigue haga click aquí): 

Cuando pisa Nueva York no tarda en visitar el famoso Manhattan Chess Club, lugar predilecto de juventud de Bobby Fischer como estamos ahora también al unísono leyendo en castellano y por ello saboreándolo mucho más, el otro gran libro de estos Reyes, el titulado “Endgame” de Frank Brady.
El Manhattan Chess Club de aquella época

Allí Capa mientras estudia en la Universidad “Ingienería Química” empieza a relacionarse con grandes personajes ajedrecísticos de la época como muy bien nos narra Sánchez.
Universidad de Columbia

Desde Arístides Martínez, presidente del club; Albert Ettlinger, ajedrecista y hombre de negocios de los famosos puros habanos; Eugenio Delmar, uno de los paladines ajedrecísticos neoyorquinos; el profesor Isaac L. Rice, que fundó su propio Gambito Rice; hasta grandes maestros de la talla del propio Geza Maroczy (Hungría) o el entonces campeón del mundo de ajedrez, el alemán Emanuel Lasker, que vivía en aquellos momentos en Nueva York…
Geza Maroczy

Hay una bonita carta que ilustra Sánchez en el libro donde Capablanca se apura a escribir a su madre para tranquilizarla de los rumores que ya aparecen en la prensa de su país de que un joven ajedrecista cubano, llamado José Raúl Capablanca va de gira en gira por los EE UU en exhibiciones simultáneas. Capa le indica que todo eso es mentira; que sólo ha realizado exhibiciones en su periodo de vacaciones y que no está descuidando para nada sus estudios… pero esa, queridos lectores, es otra historia.

Sigamos paseando ahora por la vieja Habana:

(Para ver el vídeo que sigue haga click aquí): 

(Continuará…)
Angel Jiménez Arteaga

No hay comentarios: