miércoles, 17 de enero de 2007

"Los peones son el alma del ajedrez"







"Los peones son el alma del ajedrez"





Verano de 1795.

Londres. Capital del imperio británico. Conservadora a ultranza, arrogante en sus costumbres y aferrada a unos símbolos y rituales inamovibles que la separan con altanería del resto del mundo.


Alguien, pasea cabizbajo por los alrededores del Palacio de St. James, esa sombría fortaleza con inconfundible aire medieval, rodeada por las hipnóticas miradas de los guardias reales. Se dirige a St. James Street, rumbo a Pall Mall, donde se concentran los clubs con más solera de la ciudad. En un lugar sombrío y lúgubre bajo un pórtico neoclásico, se adentra en uno de ellos. Sus paredes están recubiertas de madera de nogal que encubren un ritmo dolorosamente lento. Se reúne allí con el dueño de uno de los proveedores sitos en Jermyn Street, de alimentos y objetos de cuero, de todas las casas nobles tanto de Gran Bretaña como de la India. Trata, aprovechando la amistad que los une, por todos los medios de conseguir un salvoconducto que le permita volver a su añorado París.

Agobiado, el hombre le implora, recordándole de nuevo, cómo después de la Revolución Francesa, le era permitido viajar cada año a Londres, hasta que estalló la dichosa guerra entre Inglaterra y Francia en 1.793, en donde una vez allí, ya no le dejaron regresar.

Su contertulio es un gran admirador de Händel y muy influyente en el ambiente musical de la Corte. El hombre le conoce bien pues fue él, el principal artífice del estreno en aquella ciudad de una de sus obras en el año 1.779, "Carmen Seculaire", cuya puesta en escena fue un éxito, llegando a permanecer un montón de tiempo en cartel.

Afligido, su amigo, le indica que le tiene que dar una muy mala noticia porque tras contactar con alguien de peso de la política londinense, ha descubierto que su nombre figura en la lista francesa de aquellos emigrantes a quienes, si osan volver, les espera la guillotina... . Le aplaca un poco, comentándole que se están haciendo todos los trámites para que lo borren de aquella lista negra.

Salen del lugar y se dirigen al Wiltons, el gran restaurante de pescado de St. James desde 1.742, cuyo comedor privado ha sido testigo de memorables encuentros de nobles de alta alcurnia. El comerciante lo invita a comer. Sabe que su admirado músico y maestro de ajedrez está pasando por una precaria situación económica… . Terminan y se despide indicándole que en cuanto reciba las buenas noticias ya le avisará.

Allí fue la última vez que lo vió… .


Ópera de París

El 31 de Agosto de 1.795, Francoise André Danican Philidor murió en Londres, sólo y sin recursos. Fue el primero de los muchos Grandes Maestros que acabaron su vida en la pobreza más amarga.

Atrás quedó su método analítico publicado en su famosa obra de 1.749 " L'Analyse du jeu des Echecs", que alcanzó una difusión insospechada. En ella crea una nueva teoría del juego de los peones. Por primera vez, redacta una serie de consejos que bien pueden elevarse a la categoría de leyes o normas para el bien jugar. He aquí algunos de ellos:

· "Los Peones son el alma del ajedrez. De su buena o mala disposición depende la ganancia o la pérdida de la partida."
· "Cuando se tengan dos Peones unidos en línea deben dejarse así, sin avanzar ninguno hasta que el adversario proponga el cambio de uno de ellos, lo que debe evitarse, avanzando el peón atacado."
· "Debe ser regla general, unir y llevar los Peones al centro."
· "Un peón doblado, cuando está ligado con otros, no es una desventaja, si se acerca al centro."
· "Cuanto más avanzados estén los Peones, más expuestos están a ser capturados."
· "En general, no conviene apresurarse a efectuar un ataque de Peones hasta que no estén todos bien sostenidos por ellos mismos o por figuras; de lo contrario, estos ataques están llamados al fracaso."
· "Siempre es ventajoso atacar un peón aislado, aunque no sea más que para distraer las piezas enemigas."

Verano de 2.000.

205 años más tarde de su muerte, tuve el placer en mi visita a París, de rendirle homenaje al "espíritu" del que fuera reconocido como primer gran pensador del ajedrez mundial. Salí cansado, pero tremendamente satisfecho del Louvre. La visita al deseado Código de Hammurabi, primer monumento mesopotámico símbolo a la Jurisprudencia del mundo civilizado (1.692 a.C. - !?), me dio nuevos bríos para recorrer tan solo 10 minutos de paseo por la Avenida de la Opera, una de las pocas de París que no tiene ningún árbol plantado por expreso deseo de Napoleón III, quien temía ser disparado desde las ventanas de los edificios laterales, ocultas por las ramas y hojas; para llegar a la Plaza de la Ópera, en donde como elemento principal se encontraba uno de los edificios más bellos y representativos de París: El Teatro de la Opera (ver foto adjunta). Me situé en la isleta central de aquella Plaza, siempre llena de turistas y aficionados (también profesionales) a la fotografía. Saqué mi cámara y apunté a la dorada estatua Carpeaux, conjunto escultórico en el que se refleja el movimiento, ritmo y alegría con los que se pretende simbolizar al arte de la danza, situada en en uno de los lados del tejado. Más abajo se encontraban los bustos de los más prestigiosos músicos de la historia de Francia. Entre ellos divisé la esfinge de Philidor, con su escudo de armas de su apellido, en donde se apreciaba un gran tablero de ajedrez. Disparé la foto (que aquí incluyo) y quedé un buen rato allí quieto y pensativo. Atrás quedaba el fin de su tumultuosa vida, aquí relatada. Recordé todo ésto y con mucha pena desaparecí lentamente entre la multitud, con la satisfacción de haberle rendido un justo tributo a su alma… .

Preparo ahora un artículo en homenaje a Philidor y a los peones, que procederé a poner en días venideros, en cuanto termine el Torneo de Wijk aan Zee, del que aprovecho hoy y les comento que la crónica de la quinta ronda que se celebrará mañana jueves, no la voy a poder realizar por motivos laborales. A ver si alguien se anima y la pone en este foro canario del ajedrez !!, el mejor de España.

Así pues, ¡nos vemos el viernes!.

Recibid un cordial saludo, ÁNGEL JIMÉNEZ ARTEAGA




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