¡Qué tiempos aquellos en los albores del S.XX!.
Nuestro elogiado Harry Nelson Pillsbury, uno de los mejores jugadores de la historia de Norteamérica era todo un "bohemio".
La partida que veremos hoy, la jugó en Monte Carlo donde luego solía pasear por las noches por sus calles tras la respectiva visita al Casino y si la cosa acababa bien, terminaba de madrugada, con total seguridad, en uno de los mejores burdeles de la zona.
La tuberculosis que le surgió en 1906 de una sífilis mal curada, lamentablemente (desde la óptica ajedrecística) acabó con su vida, cuando sólo tenía la edad de Cristo, ¡33 años!.
En esta partida del Torneo Internacional de Monte Carlo de 1902, Pillsbury se enfrentó al ajedrecista de origen húngaro y nacionalidad británica, Isidor Gunsberg, que una vez había sido nada más y nada menos que Candidato al título de Campeón del Mundo que ostentaba el primer campeón mundial de la historia, Wilhelm Steinitz.
Pillsbury hizo gala en este cotejo de dos de sus virtudes, una, la instalación de un poderoso caballo central en la casilla "e5" y otra, de la entrega de una torre también en el centro, aunque bien es verdad que en esta segunda ocasión se pasó de frenada. Pero, ¿qué importaba?. Gunsberg no pudo soportar la tensión psicológica y terminó cediendo la partida.
Este enfrentamiento fue analizado por Ricardo Reti, fue también observado por los analistas del famoso semanario soviético 64 y sobre todo fue "reordenado" en el bonito libro, que conservo con cariño, sobre las hazañas de Pillsbury escrito por el GM Alexander Cherniaev, que tras el colapso comunista habido en la antigua U.R.S.S., se terminaría instalando en Londres.
Lo saqué ahora para esta crónica de mi "baúl de los recuerdos", en un recorte del diario El País, donde apareció la partida comentada por el entrañable periodista Héctor B. Kuperman:
Y reseñamos la aportación que sobre ella hace el módulo informático Houdini y la famosa herramienta analítica de Chessbase 15, llamada Deep Analysis, sobre una idea defensiva que no fue recomendada anteriormente ¡por nadie!:
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