Diciembre de 1987.
Han pasado casi 20 años. En aquel invierno, el autor de estas líneas se casó. El destino quiso que fuera en una mañana de un día soleado (en las españolas islas canarias – paraíso de la humanidad ) del 19 de diciembre. Mientras el sacerdote, en la ceremonia nupcial, nos hablaba, yo repasaba mentalmente en mi cabeza la posición aplazada de aquella vigésimocuarta fatídica partida del campeonato del mundo de ajedrez que se venía celebrando desde Octubre en Sevilla. Tengo que admitir que era entonces un apasionado seguidor de Tolia Kárpov y algo dentro de mí, me decía que Anatoli tenía chances de tablas. Las muchas noticias que nos llegaban de la televisión pública española, que el día anterior retransmitiría aquel duelo en su totalidad, rompiendo con todos los moldes ajedrecísticos nunca antes vistos en España, decían que Kaspárov tenía ventaja, pero difícil de concretar… .
De repente escuché en el altar una voz, casi en tono bíblico que me decía: -Entrégueme las arras; que salía de la boca de aquel párroco. Yo, entonces, con aire un tanto despistado me quedé ciertamente perplejo. ¡Y menos mal a las sutilezas del padrino del acontecimiento, que rápidamente acudió en mi ayuda!... .
Kaspárov, meritoriamente, había hecho lo que Kárpov no había conseguido hacer en 1985. Había ganado la última partida, había empatado el duelo y había conservado el título. Ahora tenía tres años por delante para disfrutarlo … .
Pero, he querido ahora preguntarme lo siguiente: ¿Pudo allí haber hecho tablas Kárpov y con ello, haber cambiado (una vez más) la historia del ajedrez?.
Mientras esperamos a la salida del mencionado tomo VII de Kaspárov, permítanme que les muestre lo acaecido en aquel aplazamiento de la vigésimocuarta partida (que se adjunta) en donde se han recopilado los variopintos y lúcidos comentarios que hicieron los maestros en su momento, en muchos libros y revistas especializados de ajedrez, pero ahora, con la obvia modestia de quien les escribe, escrutinados, eso sí, por la "neutral" perspectiva que nos ofrecen los módulos informáticos.
Kasparov,G (2740) - Karpov,A (2700) [A14]
Sevilla (m/24), 19.12.1987
[Jimenez con muchos libros,revistas y módulos]
Al día siguiente me levanté muy temprano, antes de la llegada del alba, para ver desde la Capilla del Rosario, como unos devotos cantaban unas coplas del Rosario de la Aurora.
Paseé por la Giralda, al principio, una mezquita. Miré sin reparo hacia arriba, a su veleta, que corona el conjunto, conocida como el Giraldillo, ¡símbolo de la victoria de la Fe cristiana!.
Caminé por la Alameda donde tantas y tantas murgas sevillanas habrían desde mucho tiempo atrás ejemplarizado al fino humor flamenco. Aquellos grandes hombres, hoy símbolos de la alegría que sólo en España es capaz de mostrarnos Sevilla, que se subían a las tablas para tratar de divertir y hacer reir al público: José María Regaera, aquel gitano de Chiclana que tanga guasa tenía. O Carabolso, otro famoso murguista, que junto con Revoltoso llenaban los cafés todos los martes de carnaval. Por no hablar del último de la murga, el Escalera: Como muy bien dijo el famoso periodista Antonio Burgos, "tiene el cielo de Sevilla el color plomizo que nos anuncia la belleza de la luz otoñal, de las hojas secas en las avenidas del Parque por el día de San Clemente, pensando en el tono antiguo que tendrán los fustes de las columnas de los Hércules de la Alameda, cercano por un lado al río Guadalquivir y por el opuesto al barrio de la Macarena. Ese epitafio en el plomizo cielo de Sevilla, nos recuerda sobre la memoria de los puestos de cristales de la Alameda , sobre los telones que proyectan al negro que tenía el alma blanca, sobre los veladores con copitas de aguardiente de guindas, que ha muerto Escalera, el último de los murguistas sevillanos".
Ya a media mañana, tras un buen desayuno, mi mujer y yo, no quisimos despedirnos de Sevilla sin pasar a ver antes algunos de los corrales ubicados dentro de la ciudad antigua; que en esencia, son edificios compuestos por un gran patio rodeados de habitaciones que se abren a él.
Allí se alojaban los gitanos de Sevilla, una estirpe, que aún hoy guarda su gracia y encanto.
Gitanos
Sin duda, a lo largo de su extensa historia, los gitanos han sido protagonistas de la ciudad y de sus mitos; como los tenorios , cuyo primer personaje, Don Juan Tenorio, ha sido conocido por todos. ¿Recuerdan?, aquel amor imposible entre Don Juan y Doña Inés. Aquel amor que surge que hizo que Doña Inés muriese de pena, porque Juan y ella no podían estar juntos, debido a que Don Juan tuvo que huir a Italia después de matar a Don Gonzalo y a Don Luis… .
Antes de partir aquella tarde para Jaén, pasé por el aclamado (días atrás) Teatro Lope de Vega. Allí había quedado reflejada la historia ajedrecística de un gran duelo. Kaspárov vs Kárpov, dos auténticos toreros del juego-ciencia.
Y es que Sevilla acoge los restos de los grandes toreros de la historia de la tauromaquia. En el cementerio de San Fernando se puede visitar el más popular y famoso monumento que cobija los restos del maestro Joselito, auténtica obra de arte de Mariano Benlliure. En ella, un grupo de gitanos fundido en bronce contrasta con el mármol blanco de Carrara del rostro del torero que portan a hombros, envuelto en un sudario. El contraste de colores acentúa el dramatismo de la composición.
Allí también reposan otros ilustres del toreo: Rafael el Gallo, Ignacio Sánchez Mejías (aparte de matador de toros, también poeta de la Generación del 27), o el célebre ganadero Eduardo Miura . Cerca hay otros mausoleos de históricos maestros como Juan Belmonte o El Espartero. También sobresale la estatua de Francisco Rivera "Paquirri" y un poco más allá, la tumba elegante de Manolo González, de Luis Fuentes Bejarano o Manuel García López Maera, acabando el recorrido en el sepulcro del Gitanillo de Triana… .
Sin lugar a dudas, amigos ajedrecistas, Kárpov y Kaspárov, fueron antes que reyes del tablero, príncipes del noble juego. Como lo fue, el joven y gran futbolista internacional del Sevilla Club de Fútbol, Antonio Puerta, trágicamente desaparecido en el ruedo. Donde mueren los grandes, allá abajo, aclamado por su público.
Donde estará el Rosario de la Aurora
que ya no pasa por mi casa
cantando el Ave María
con la llegada del Alba.
Por el sabor callejero
de barrios de puras castas
que mamaron en los pechos
de la bendita Giralda.
Ya no viene la orquestina
a tocar en mi plazuela
ni se escuchan por los patios
las murgas del Regaera, Carabolso
y Taburete, Revoltoso y Escalera.
Porque los corrales de Sevilla
y los que habían en Triana
se fueron con las historias
legendarias sevillanas,
de gitanos y tenorios
y de príncipes, toreros
y de viejos cantaores
que nacieron corraleros.
Sevilla duerme su infancia
¡en los cantillos del tiempo!
CANTORES DE HÍSPALIS.
Esperando que os haya gustado el artículo tanto como a mi elaborarlo, recibid un cordial saludo.
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